Quitaré de su carne ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne Ez. 35, 26
Conocido por su visión del templo durante el tiempo del exilio en Babilonia, el profeta Ezequiel, nos comunica que Dios quiere regalarnos un corazón nuevo, que tiempos difíciles deben ser acompañados con un cambio del corazón. ¡Deseamos que esta profecía se cumpla en cada uno de nosotros! Deseamos que este corazón nuestro sea transformado, elevado. Pero primero, debemos abrir nuestro corazón y entregárselo a Dios, como lo hizo María, como lo hizo nuestro Señor, como lo han hecho los santos y muchos otros.
Una vez convencidas de que Dios tiene nuestro corazón asegurado en sus manos, podremos caminar por la vida convencidas de que Él cuidará de todo con preocupación de padre. Nos educará como hijas suyas y, finalmente, Dios hará surgir en cada una de nosotras una creación totalmente nueva, una persona nueva, con un corazón nuevo, capaz de ser fiel a la alianza eterna que Cristo vino a sellar por nuestra salvación.
Esta cuaresma, queremos elevar el corazón junto al de la Santísima Virgen y permanecer muy cerca de ella. Cuaresma contigo, Madre, es el título de nuestro retiro a distancia. En María y con ella queremos acompañar a nuestro Señor en su camino de cruz. En ella y con ella queremos elevar el mundo y nuestros seres queridos hacia Dios, atrayéndolos al corazón de Cristo.
El texto a mano conducirá sus reflexiones del retiro por medio de lecturas semanales. Preferiblemente, miércoles, por ser el día en que inicia y termina la cuaresma. De otro modo, busque el día que más le convenga. La oración de inicio se divide en tres partes: Sagradas Escrituras, Hacia el Padre, y algo breve para meditar en silencio. Sigue una oración dirigida a la Santísima Virgen. Concluye con una reflexión según el tema del día y un paso concreto para profundizar y crecer en la vida espiritual, basado en palabras del Padre Kentenich. Unas pocas preguntas le ayudarán a dar ese paso. ¡Que tengan un retiro muy fecundo para su alma! ∎
Cuando un padre y una madre descubren los ojos atentos de su niño recién nacido se despierta el deseo de contemplar, de observar sin atender nada, sin lograr nada, sin metas, ni desafíos. Descansar en la mirada de un niño nos permite amar y mirar, gozar, y descubrir a la vez que la presencia frente a nuestros ojos no busca nada de mí y yo no busco nada en esa presencia. Fuera de estar uno frente al otro, con el otro, y estar ahí por el otro, no alcanzo nada, no logro nada. ¡Eso es contemplar,! Estar ahí frente a quien amo y dejar que su amor me inunde.
Esta semana nos damos la oportunidad de observar y contemplar a la Santísima Virgen en este tiempo de cuaresma. La vemos sumida en su vínculo con su Hijo, consumida por las tensiones en torno a él, pero sin quebrantarse ni aferrarse, sin lamentarse ni confundirse. María nos muestra la verdad del camino de cuaresma: un camino de renovación que culmina en abrazar una vez más nuestro compromiso bautismal, nuestro deseo de tener el alma de un niño, el alma pura de los hijos de Dios.
La mirada de María nos penetra sin inquietarnos porque nos busca para protegernos, para aliviarnos, para llevarnos cerca de su Hijo. Al contemplarla contemplamos la mirada de Dios Padre vuelta hacia nosotros aquí en la tierra. Al contemplarla simplemente estamos frente a ella y ella frente a nosotros.
Lc. 11, 1-4
Hacia el Padre
Padre, has enviado al Hijo
como prenda de tu amor.
Por amor se hizo carne
y vino a nosotros en este mundo.
Por amor se entrega
como ofrenda y alimento sobre el altar.
Allí quiere reinar siempre entre nosotros
y habitar en nuestra cercanía.
Por amor, a través de su Palabra,
vive y continúa activo en nuestras filas
como fuente de la eterna verdad divina,
llena de ardor y refulgente claridad.
Para meditar en silencio
Padre Eterno, te traigo mi corazón anhelando unirse al de María en este camino de cuaresma. Concédeme abrir mis sentidos a la luz de tu presencia. Amén.
Tu rostro inspira paz, aunque está lleno de dolor.
Tu dolor me imparte confianza porque nace de la obediencia al plan de Dios.
Tu obediencia me regala seguridad porque crece firme de la raíz de la humildad.
Tu humildad conduce mis pasos porque es el polvo del sendero que Cristo recorrió.
Cristo me da la seguridad de que en medio de todo lo que acontece no hay ardor genuino que no resista las ráfagas de las dificultades si las llevamos contigo, Madre.
Enmudezco frente a las cruces que me envías, me inquieto frente a aquellas que pesan sobre los que amo. Eres consuelo y fuente de alegría, pero también eres pilar de fortaleza bajo la cruz.
Aún no he llegado a esa altura y desde ahora me extiendes tu mano. Te contemplo desde la distancia. Observo tu rostro, tu paz, tu dolor, tu confianza, tu obediencia y humildad, así como tu seguridad y firmeza. Te observo junto a Cristo. Te contemplo en él. Y mientras te observo aprendo las muchas maneras en que puedo demostrarle mi amor a aquel que vino a restaurar nuestros corazones.
Contemplo tu forma de amar. Contemplo tu forma de entregarte. En silencio agradezco que, en la alianza de amor, he sido llamada a amar y entregarme, a transformarme en reflejo de tu rostro, de tu paz, confianza, obediencia, humildad, y seguridad. Te contemplo, Madre.
Paso 1 – Aprendamos a meditar
Palabras del P. Kentenich
de “En las manos del Padre”
La meditación es una escuela de amor… Distinguimos entre una escuela de amor grande y otra pequeña. La grande es la meditación propiamente dicha: concentrarnos exclusivamente en nuestra entrega a Dios. La pequeña está destinada a seguirnos a lo largo de todo el día en pequeñas miradas hacia Dios. (…) Entonces, ¿cómo debemos meditar…?
¿Cómo puedo meditar?
Los schoenstattianos tenemos preferencia por un método propio de meditación. Es precisamente el método de meditación que acabamos de esbozar. ¿En qué consiste? Tomamos nuestra propia vida como objeto de meditación, o de reflexión más extensa. Sabemos por experiencia que tenemos registrados innumerables episodios de nuestra vida; pero pasan por delante de nosotros a la velocidad de un tren expreso. Tenemos que interpretar todos estos acontecimientos, los chicos y los grandes, como si formaran un gran templo (esto es una imagen) y en la cúspide de este templo está Dios. ¿Qué queremos lograr con esta meditación? Poner peldaños. Poner peldaños al entendimiento y al corazón. ¿Qué significa esto?
Consideremos, por ejemplo, que una gran desilusión, una gran sorpresa nos ha caído en suerte ¿Qué hacer? Ya que, espontáneamente, generalmente no nos resulta fácil ver a Dios detrás de todo esto, o sentir y besar sus manos, por eso tenemos que volver sobre ello y reflexionar: Sucedió esto, y esto. ¿Qué me habrá querido decir Dios con esto? Colocar peldaños al entendimiento iluminado por la fe y también al corazón. El corazón sube, se abraza a Dios y le besa la mano. (…) ¡Sería una pena no poder cosechar los abundantes frutos de todas nuestras vivencias y sacrificios! Nuestro fruto más preciado sería vivir de la fe, hacer triunfar a Dios, que él triunfe en nuestro entendi- miento, que triunfe en nuestro pensar prosaico, frío, sin fe o ajeno a la fe…
Todo esto, sin embargo, es necesario aprenderlo. ¡Debemos mirar al pasado! Solemos
decir para indicar esto: posexaminar y posgustar lo que Dios me quiso decir ayer y después: preexaminar y pregustar lo que posiblemente me espera hoy. De esta manera mi vida se hace objeto de la meditación; no descanso hasta no adentrarme en los planes de Dios, hasta no ver detrás de todo el amor del Padre eterno.