Semana 3 - Confío en ti, Madre

 

Confianza es una palabra que desafía porque hay algo de incierto cada vez que tenemos que confiar. La confianza implica una serenidad interior, una fuerza espiritual que preserva el alma en su esencia y nobleza en medio de toda circunstancia. La confianza en María significa que hemos encontrado en ella un punto de descanso, una fuente de seguridad y tranquilidad en medio del torbellino que nos rodea.

Un mar en calma, así le llamaba el Padre Kentenich a la Santísima Virgen, y ese mar en calma nos inspira tranquilidad. Ese mar en calma nos lleva a la fuente que nos alimenta y sosiega, que calma y colma nuestra sed, nuestros anhelos.

El haber experimentado la protección, conducción, y el amor de la Santísima Virgen, su poder intercesor, y su mano educadora en el pasado nos imparte esa confianza que enfatizamos esta semana.

 

 

Algunos salmos del Antiguo Testamento inspiran gran confianza en el fiel que penetra la Palabra de Dios. Por ejemplo, el Salmo 16 nos dice: “Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti.” Al leerlo vemos que el salmista ofrece una visión que inspira confianza. Dios no va a permitir que el maligno determine nuestro destino ni que nos separe del cuidado de Dios. Tenemos un refugio y ese es Dios—y por virtud de la alianza de amor, ese refugio es también el corazón de la Mater. De esta convicción surge la confianza. ¿Necesitamos algo más tangible?

La viva representación de ese refugio es el Santuario de la Mater. Allí, físicamente vivenciamos esta confianza. El significado de la palabra santuario es refugio, lugar donde las cosas son preservadas, protegidas, resguardadas. 

 Hay santuarios de aves y santuarios políticos. Para nosotras que buscamos crecer en la confianza, tenemos un lugar que nos inspira confianza porque es un refugio de almas, de vida espiritual, de bendiciones. Ese es el Santuario donde hemos sellado la alianza de amor con la Mater, el refugio de nuestra alma. Acercarnos a la Mater en su Santuario es profesar nuestra confianza en ella. Confiar en ella es cruzar el umbral del refugio en medio de las tempetades de estos tiempos.

Llegar hasta el Santuario es un acto de confianza en ella. Tomemos el tiempo esta semana para no solamente demostrarle a la Mater que le amamos, sino que confiamos en ella. Tomemos el tiempo para llegar (física o espiritualmente) hasta el Santuario, el refugio de nuestra alma, y de ese modo expresarle nuestra confianza.

Semana 3 - Confío en ti, Madre

Sagradas Escrituras

 

Cuando la noticia llegó a los discípulos de Juan, vinieron a recoger el cuerpo y lo enterraron. Al volver los apóstoles a donde estaba Jesús,

le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Jesús les dijo: ‘Vámonos aparte, a un lugar retirado, y descansarán un poco. Porque eran tantos los que iban y venían Que no les quedaba tiempo ni para comer. Y se fueron solos en una barca a un lugar despoblado. Pero la gente vio cómo se iban, y muchos cayeron en la cuenta y se dirigieron allá a pie. De todos los pueblos la gente se fue corriendo y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente. Mc. 6; 28-34 

Hacia el Padre

 

El sol recorre en silencio su camino de bendición; el Espíritu Santo no lleva subir el Calvario.
Allí veo la renuncia fuerte de tu corazón maternal y la inmolación valerosa

de todos tus derechos de madre;
allí junto al Señor, tu Unigénito, te obsequias para salvación del mundo,
al Padre, que reina en su trono.
En el santuario quieres formar almas
que siempre
vivan sacerdotalmente,
que estén como diáconos
al pie de la cruz
y recorran con Cristo vías dolorosa. (206-208) 

Para meditar en silencio

 

Padre Eterno, con y en Cristo recorro este camino que me concedes atravesar. Mi historia repite con sencillez los pasos de Cristo y de María. Solo me falta confianza. Concédeme confiar en ti y en tu cuidado paternal. Amén. 

¡Confío en ti, Madre!

Confío en ti, Madre, en tu poder y bondad.

Con la sencillez de un niño me rindo en tu regazo.

Busco tu amor, el calor y la atención de una madre.

A medida que pasan los años más cuidado y atención necesito—más desvalida me siento, más dependo de ti.

A medida que crece mi confianza en ti más veo el dolor y la angustia de aquellos a mi alrededor, de aquellos que me confías, de los que dependen de mí.

Si tú no me regalas tu amor para transmitirlo a los demás surgirá un vacío; faltará amor.

Purifica mi amor, Madre, mi amor de hija, para que confíe en ti

Mi amor de hermana para que sea solidaria

Mi amo de esposa para ser siempre fiel

Mi amor de madre para sacrificarme en silencio,

Mi amor hacia ti para que otros te descubran y te encuentren en mí.

Esta es mi oración.

¡Confío en ti, Madre!

Paso 3 – Aprendamos a confiar como María

Palabras del P. Kentenich

 

Niños ante Dios

¿Qué conclusiones puedo sacar para mí, para nosotros? Hay que ser lo que el niño es
…También yo debo cultivar una confianza inconmovible en Dios Padre, o dicho más exactamente:
en la omnipotencia, la bondad y la fidelidad del Padre. Estas son las tres cualidades del Padre en
la que cree tan firmemente el niño con confianza natural y sobrenatural. Para fortalecer mi
confianza de niño habré de vivir permanentemente en la omnipotencia, la bondad y la fidelidad
del Padre; tomaré conciencia en todo momento de que el Padre del cielo es omnipotente,
bondadoso y fiel.

Quizás quieran meditar alguna vez sobre la confianza de niño de la Sma. Virgen y cómo ella
experimentó la omnipotencia, la bondad y la fidelidad divinas. Para ello sólo bastará detenerse en
el Magníficat. Observen en él cuáles son las cualidades de Dios sobre las que se afirma la confianza
de María.

(…)
Comprueben si estas notas del amor filial se desprenden de la observación directa de la vida. (…)

Debe ser … un amor insatisfecho. Observemos a la gente que ama a Dios con total sencillez.
Notaremos que tienen la sensación de que aman muy poco a Dios; comprobaremos que son
hombres insatisfechos. La causa reside en el objeto mismo del amor. Cuanto más nos acercamos a
Dios, tanto más advertimos la distancia y la limitación de nuestro amor. Es amargo percibir tan
fuertemente los límites de nuestra capacidad de amar, de nuestro amor. Cuando experimente esta
limitación, lo más importante será volverse hacia el Espíritu Santo; sólo él es quien puede ampliar
nuestra capacidad de amar. Cuanto mayor sea nuestro crecimiento en la sencillez, tanto más fuerte
será nuestro anhelo del Espíritu Santo. El amor insatisfecho se esfuerza por un mayor
conocimiento, por ampliar el amor.

Mi amor debe ser crucificado. Ya saben por qué: porque el amor es una fuerza asemejadora
y unitiva y porque la alegría más grande que Jesús le dio al Padre del Cielo fue cuando se entregó
a sí mismo en una actitud de infinita infancia espiritual en el Huerto de los Olivos y en la cruz. Por
eso el amor de niño hacia el Padre experimenta a menudo el ansia de ser también un amor
crucificado. Estas cosas suenan muy simples en el lenguaje de la infancia espiritual, pero entrañan
un tremendo heroísmo.

El amor de niño es victorioso. Dios, que me ha concedido un pedacito de su amor, hará que
ese amor irradie a través de todo mi ser. Llegará el día en que su amor y el amor hacia El triunfen
plenamente. “Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1Co. 13,13).