Semana 5 - 22 al 28 de mayo 2023
Me elevas en ti, Madre

Adentradas en el misterio del tiempo de cuaresma recordamos la invitación que recibe todo el Pueblo de Dios de caminar con nuestro Señor el sendero de cruz.

Recordamos las palabras de nuestro Señor, quien poco antes de su pasión, muerte, y resurrección nos indicó que su dolor le daría honra y gloria al Padre Celestial, pero también honor a su propio nombre como Hijo de Dios. En Cristo, cada uno de nosotros le damos honor y gloria a nuestro Padre Celestial en la medida en que nos dejamos elevar con Cristo.
Cf. Jn. 12; 28-36

Junto a María, en María, queremos ser elevados a la altura sacrificial de nuestro Señor. Sabemos que en nuestra vida diaria nos toca abrazar innumerables renuncias y decisiones difíciles que nos permiten saborear un poco el sacrificio de Cristo, la cruz de nuestro Señor, y la forma silenciosa en que María lo acompañó. Nosotras también queremos ser elevadas en y con María a la altura de nuestro Señor, y no dejar de esforzarnos por convertirnos en vivas imágenes de Cristo y de María.

 

Tal y como en cada Santa Misa, el sacerdote eleva la hostia y nos invita a contemplar el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, del mismo modo, los misterios litúrgicos de estas semanas nos atraen con fuerza a contemplar, a unirnos, a ser elevadas con nuestro Señor, y apreciar el precio pagado por nuestros pecados. En virtud de nuestra alianza bautismal y con María, nos corresponde hacer penitencia para purificar el alma y aportar lo que nos corresponde por nuestra liberación del pecado. Cristo hace el resto. En María somos elevadas, fortalecidas para librar la batalla contra el pecado venial y mortal, aún contra lo pecaminoso e imperfecto en nuestras vidas.

Una forma muy clara y práctica de dejarnos elevar en María, por la persona y la acción de Cristo es dejándonos purificar por medio de nuestro vínculo genuino y frecuente a los sacramentos y las gracias que manan de ellos. Pidámosle a la Mater esta semana que nos eleve con ella y en ella junto a nuestro Señor. Pidámosle tener interiormente una disposición o actitud más elevada frente los eventos diarios, frente a los sucesos de nuestra vida y de esa manera ascender a la altura de Cristo en nuestro exterior. De ese modo, nuestras palabras y acciones darán testimonio de las gracias que hemos recibido, de cómo hemos sido elevadas en María.

Semana 5 -

Sagradas Escrituras

En verdad les digo: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor. Ahora mi alma está turbada. ¿Diré acaso: ¿Padre, líbrame de esta hora? ¡Si precisamente he llegado a esta hora para enfrentarme con todo esto! Padre, ¡da gloria a tu Nombre!’ Entonces se oyó una voz que venía del cielo: ‘Lo he glorificado y lo volveré a glorificar. Los que estaban allí y que escucharon la voz decían que había sido un trueno; otros decían: ‘Le ha hablado un ángel. Entonces Jesús declaró: ‘Esta voz no ha venido por mí, sino por ustedes. Ahora es el juicio de este mundo, ahora el que gobierna este mundo va a ser echado fuera, y yo, cuando haya sido levantado de la tierra, atraeré a todos a mí. Con estas palabras Jesús daba a entender de qué modo iba a morir. (Jn. 12; 24-32)

Hacia el Padre

 

A ti, Madre, te escogió el Señor como Colaboradora

para la salvación del mundo; fiel y nupcialmente

lo secundas en todo momento como Diaconisa;

con tu virginal reciedumbre eres quien aniquila la Serpiente.

Preparas a Jesús como ofrenda, con silenciosa servicialidad.

Como Diaconisa, en el templo, presentas al Padre la Ofrenda.

Con Cristo, en el altar de la cruz, te entregas por nosotros como ofrenda. Con sencillez te pedimos, Padre, arda en nosotros la luz de la fe;

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que conozcamos con claridad a nuestra Madre y confiemos en Ella como Medianera nuestra. Concede que siempre, a imagen suya

y como a ti te agrade, nos ofrezcamos

con alegre y resuelta servicialidad

como instrumentos para la salvación del mundo,

a fin de destruir el poderío del Dragón,

que atiza la división y el odio.

Padre, te lo pedimos por Cristo, quien para gloria tuya, nos hace partícipes de su mediación. Amén

(222-229)

Para meditar en silencio

 

Padre Eterno, me hundes y me elevas, me unes y me desprendes. Me entrego a ti, en estas semanas de preparación para renovar mi compromiso bautismal. Bendíceme, Padre. 

¡Me elevas en ti, Madre!

Me elevas en ti, Madre, me llevas al Padre.

Roceas mi sendero con el rocío sanador de tu presencia y perdón, de tu conducción y claridad. Me elevas contigo porque no quieres verme perdida sin horizonte.

Me diriges al norte de la gloria de tu Hijo, pero no sin antes develar las leyes del Reino: que la semilla solo da fruto cuando es hundida y muere. Me elevas, me ennobleces. Me muestras el sentido de la liberta para que no me deje arrastrar por los instintos de mi naturaleza mezquina y sedienta de placeres.

Me elevas, y ennobleces mi sentido de justicia para que, con corazón de Madre, presta a la renuncia, resuelva conflictos y acoja al débil.

Me elevas, y ennobleces mi sentido de generosidad para romper los esquemas de la rigidez estrecha y me preserve del libertinaje desenfrenado. Me muestras lo más apropiado, atinas mi sentido por la verdad, por el pudor, por la vida, por la pureza.

Me elevas, Madre, para que contigo y con Cristo resista y tolere, observe y ame desde el silencio de mi unión contigo. Me elevas para que lleguemos juntas frente al trono de Dios Padre para ofrecerle todo lo que soy y tengo. ¡Me elevas en ti, Madre!

Paso 5 – Aprendamos a ser elevadas en María

Palabras del P. Kentenich

 

 

Nuestro ser hombre y cristiano está sujeto a un continuo estado de oscilación, de veleidad. Este término, “estado de oscilación”, define muy bien el sentimiento vital de hoy y en los próximos días nos será de gran utilidad para marcar el rumbo de nuestro análisis.

¿Dónde se halla el punto de apoyo del péndulo? Sólo arriba, en algún lugar o sitio de donde cuelga. ¿Dónde hallará su punto de reposo este hombre de hoy que experimenta tan hondamente su condición humana? Si estamos integrados a un medio burgués quizás pensemos que el apoyo adecuado a nuestra naturaleza debe ser algo así como esta mesa que aprecian aquí delante de ustedes y que descansa sobre sus cuatro patas. Pero no es así; si el hombre es un ser pendular y oscilante, su apoyo y seguridad connaturales estará allá arriba, en la mano de Dios Padre. Sólo en lo alto hay descanso, sólo hacia lo alto debe aspirar el hombre. No lo olviden. Más tarde hablaré detalladamente sobre el punto, cuando tratemos el tema de las crisis modernas y de la infancia espiritual como única salvación efectiva frente a la crisis del tiempo actual. Precisamente porque el reposo adecuado a la naturaleza humana está arriba, en su nido original, en lo alto, y no aquí abajo.

De esas primeras características (liminal y pendular) del ser humano, se desprende una tercera: El hombre es por naturaleza un ser buscador. O bien, expresado con mayor exactitud, un ser que vive en estado de perplejidad… Obsérvense a ustedes mismos y corroboren la veracidad de mis dichos. El ser humano está siempre indagando, siempre en camino. No nos inquietemos si nos vemos retratados en estas pocas pinceladas; ese desasosiego es natural, ya que nosotros encarnamos de modo relevante esa esencia del hombre.

Quien va por la vida inmerso en la seguridad y hartura burguesas10 no tiene que hacerse muchas ilusiones en cuanto a la filialidad; no le será fácil volver a tomar filialmente la mano de Dios. El hombre que encarna perfectamente la esencia del ser humano experimenta dentro de sí un poderoso impulso que lo lleva hacia el corazón de Dios. Desea hallar el reposo del péndulo. Otro tipo de descanso no es adecuado para él.11

9 Niños ante Dios

 

10 Comodidad materialista 

11 Niños ante Dios.